5.05.2013
CAPÍTULO 2
A
la mañana siguiente, mientras me cambiaba de ropa (me puse esto http://www.polyvore.com/cute/set?id=81162943 ) ideé una jugada de la que mi tía ¡no se
olvidaría jamás!
A lo mejor, era un poco cruel, porque ella siempre me ha
recordado siempre el gran vértigo que tiene desde que era muy, muy
pequeña. Pero se la tenía que devolver. Así que, nos montaríamos
en mi atracción favorita, The Tower of Terror;
la cual iba de que te subes a un tipo de “ascensor gigante” en el
que tienes que sentarte en una clase de butacas, y el ascensor iba
subiendo poco a poco (tal vez, demasiado lento); y luego bajaba de
golpe súper rápido, lo cual era una auténtica explosión de
adrenalina.
Entonces, le dije a mi tía: - Ahora te toca taparte los ojos a ti. Y
ella, con una cara muy extrañada y dudosa porque no entendía nada,
soltó una risita y se los tapó. Aunque lo sabría muy, muy pronto…
Pero como yo no me fiaba mucho de ella, le advertí: -No valen
trampas, ¿eh?
A continuación, pagué las entradas y entramos, sin saber ella
lo que yo estaba haciendo. Y es que cuando estábamos subiendo le
dije: -¡Ábrelos!
Ella se quitó el pañuelo que le puse en los ojos y vio que
estábamos en el aire y yendo cada vez más, y más alto. Le dije que
un buen consejo sería que no mirase nunca hacia abajo, porque le
daría un infarto. Ella me miró y cuando llegamos arriba del todo mi
tía miro para la izquierda y desde ahí se veía todo el parque e
incluso ¡la Torre Eiffel!
Que más adelante, volvería a ser muy importante en esta historia...
Pasaron unos 2 minutos y me dijo: -Pensé que sería más emocionante
y extremo… Pero al momento de decir eso, bajamos súper rápido. Y
le grité: -¡Eso te pasa por gafe! Ja ja ja.
Al final, cuando nos
bajamos, le propuse a mi tía, la cual, estaba con una cara verde del
mareo:
- ¿Te apetece que vayamos al Starbucks y nos tomamos algo?
Ella asintió y nos fuimos despacito hacia el
Starbucks más cercano. Yo me pedí un Coffe
Traveler y
mi tía un White
Hot Chocolate, para
despejar la mente.
Después,
salimos de la cafetería y fuimos a darnos un tranquilo y agradable
paseo por los jardines del parque, en los que, por la forma en la que
habían podado los setos, o los lagos con cisnes tan blancos como la
nieve de Diciembre; parecía que estuvieses en un mundo mágico. Mi
tía me dijo: -Voy a sentarme un ratito, que estoy un poco cansada;
pero si quieres, puedes seguir paseando sin mí.
Yo seguí andando.
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