“No
existe amor en paz. Siempre viene acompañado de agonías, éxtasis,
alegrías intensas y tristezas profundas.”
-
Paulo Coelho
Prefacio
Desde
mi punto de vista el amor es algo que se siente, que necesitas a esa
persona a tu lado, él/ella es una parte más de tu alma y sin esa
parte, no puedes vivir.
Aunque
a mí me “va más” lo de “amor a primera vista”. El problema
es que, desde aquel día, aprendí que “las apariencias
engañan”.
Inicio
Mi
vida se podría decir que era de lo más normal. Me llamo Carmen.
Tengo 18 años. Vivo sola,en mi departamento en Londres. Y ahora os
preguntaréis: ¿Por qué vives sola? Pues el caso es que, mis
padres viven en España (mi país natal), pero me mandaron aquí a
estudiar mi carrera (Filología inglesa). Era la pequeña de la casa
y tengo 2 hermanos mayores: Keiran y Rory ; que como buenos hermanos
que son, siempre han intentado ahuyentar a todos los chicos que se
acercaban a mí con los típicos: “Como te acerques a mi hermana te
quedas sin dientes!” o “¡Que estamos muy locos, ehh! ¡Te
acercas a mi hermana y te tragas la nevera!”
Luego
está Adrián (Adri), es mi mejor amigo desde que empezamos en la
universidad. Coincidimos en muchas clases y siempre me acompaña de
la universidad a mi casa y al revés. Estamos muy unidos y también
tiene 2 hermanos mayores, así que me entiende perfectamente.
Universidad...
Ni la odio ni me encanta; pero desde aquel día, la amo...
Soy
Carmen, y esta es mi historia...
Capítulo
1
Londres,
Inglaterra 6:00am
~
You're
in control, pressing pause on my heartbeat, Someone stole all the
air,so I can't speak, Now I know the chase is on, I feel as though my
time has come... ~ comenzó a sonar mi despertador. Los pequeños
números rojos de éste, marcaban las 6.
Cogí
la alarma y la estampé contra la pared. - Genial! Nota mental:
'Comprar un despertador nuevo' – pensé con cara de fastidio. Me
levanté y fui a darme una ducha de esas frías que te despejan la
mente (estábamos a principios de Octubre).
Al
salir, me demoré un poco (vale, quizás demasiado) en el armario.
Pero al final, elegí esto:
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Bajé
a la cocina dando pequeños saltos porque me esta congelando,
literalmente. Engullí un cunco de cereales y bebí un poco de zumo
de naranja a morro.
Cuando
terminé de recoger todo y fregar los platos (de la noche anterior),
eché un vistazo al reloj y vi que eran las 7:30, así que cogí la
mochila y salí dando un portazo (no sé porqué).
La
brisa helada de una fría mañana de otoño rozó mi cara y me dio un
escalofrío.
Capítulo
2
Encendí
mi iPod y me puse los auriculares. Sonaba Intro
- The xx. Iba
caminando y sentí algo raro, sentía que alguien me estaba
siguiendo. Cuando me di la vuelta para ver quien era no había nadie.
Seguí caminando pero aún sentía esa sensación.
Pasados
unos minutos, volví a sentir que alguien estaba detrás mía
mirándome. Di la vuelta para verificar quien era y, esta vez, pude
darme cuenta de que sí había alguien. Era un chico con cabello
color caramelo y piel más pálida de lo normal. Era más alto que yo
y sus ojos tenían un azul precioso. Pero en no sé cuantas milésimas
de segundo, estaba a mi lado. Me miraba con ojos ¿deseosos?
¿ardientes? Esto es extraño. El caso es que me recordaba a un amigo
de la infancia, Jacob. Era idéntico.
De
repente, sentí como un copo de ¿nieve? caía sobre la punta de mi
nariz. Me estremecí y me froté con la manga de mi chaqueta, pero ya
se había convertido en agua líquida.
El
chico se sorprendió, o al menos eso me pareció a mí.
-¿No
te gusta la nieve?
-No.
Significa que hace demasiado frío incluso para que llueva
-obviamente-. Además, pensaba que caía en forma de copos, ya sabes,
que cada uno era único y todo eso. Éstos se parecen a los extremos
de los bastoncillos de algodón.
-¿Es
que nunca has visto nevar? -me preguntó con incredulidad aunque su
semblante seguía impenetrable.
-¡Sí
por supuesto! -hice una pausa y añadí-: En la tele.
Él
soltó una carcajada. Su sonrisa dejó que sus dientes blancos e
impolutos salieran a la luz. Tenía una boca... despampanante.
No
me di cuenta de que me había quedado mirándole como una boba pero,
por desgracia, él sí.
-¿Pasa
algo?-preguntó.
-No...
-hice una pequeña pausa(de nuevo)- Es solo que...
-¿Que
qué?
-Te
pareces a... Bueno, da igual.
-No,
no da igual. Dime lo que ibas a decir -. Vaya,
parece que le estoy interesando bastante para ser una primera toma de
contacto. -
pensé-
-Me
has recordado a un... amigo de la infancia.
-¿Cómo
se llamaba? - su voz iba adquiriendo fuerza y tenacidad.
-Jacob.
En
menos de un segundo, se lanzó encima de mí y me dio un beso. Y, no
sé muy bien porqué, lo seguí.
Nos
separamos debido (maldita) falta de aire. Aunque por lo que vi, a él
no pareció afectarle demasiado. Solo seguía mirándome, con esos
ojos impenetrables.
Capítulo
3
Entonces,
escuché que alguien me llamaba a mis espaldas.
-¡Carmeeeen!
¡¡Carmeeeeen!!
Era
Adri. Era su voz.
Pero
yo seguía “embobada” con el chico que me ha robado el mejor beso
del mundo.
Adri
me dio un abrazo por detrás y me besó el pelo.
-¡Buenos
días, princesa! -sentí que alzó la mirada hacia el apuesto hombre
que tenía delante mía- ¿Quién es, Carmen? - preguntó alzando una
ceja.
-Soy
un amigo -. respondió él con tono seco - Ya me voy.
Cuando
pude darme cuenta ya se había esfumado.
Seguidamente,
me di la vuelta y solté una sonrisa floja. No quería que se fuese.
-Hola,
Adri.
-¿Lo
conoces? - preguntó serio.
-No
lo sé.
-¿Cómo
que no lo sabes?
-Pues
eso. Que no lo sé.
-Está
bien, no quiero discutir contigo -. relajó el tono de voz y me dio
un beso en la mejilla.
-Eres
adorable.
-Lo
sé, hay una pequeña chica que se encarga de recordármelo todos
-alargó esa palabra- los días.
Me
ruboricé y mis mejillas se tornaron a un color rosa-rojo.
-Eh
-. musitó.
-¿Qué?
Se
acercó más a mí y me susurró al oído:
-¿Sabes
que estás muy “lovely”
cuando te sonrojas?
-Lo
sé, hay un pequeño chico que se encarga de recordármelo todos los
días -. lo dije imitando su tono de voz.
Los
dos soltamos una carcajada.
-Bueno,
creo que tendremos que coger el metro, porque si no lo hacemos vamos
a llegar tarde.
-Oh,
Dios! Es verdad! ¡Corre! -. exclamé cogiéndole de la mano y
tirando de él para salir corriendo hacia la parada más cercana de
metro.
Capítulo
4
Llegamos a la parada del metro y por suerte, no se había marchado todavía.
Ya dentro, Adrián y yo estuvimos hablando de esto y aquello; pero una de sus preguntas me sobresaltó un poco.
-¿Entre
tú y ese tío no hay nada, no?
-¿Perdón?
-Mira
Carmen, sabes que te quiero. Pero el tío de antes me ha dado “mal
rollo”, ya sabes -. se acercó a mí y cerca de mi oído musitó-:
No quiero que te hagan daño, Carmen.
-Sé
cuidarme yo sola -. dije separándome bruscamente de él.
Adrián
me miró con el rostro apagado. Oh, no debería haberle respondido
así.
-Oye,
Adri... Lo siento, ¿vale? - dije acercándome yo esta vez.
Me
disponía a darle un beso en la mejilla y, no entiendo muy bien
porqué, mis labios se deslizaron sobre los suyos.
Lo
extraño fue que él me siguió el beso. La verdad, es que no lo
hacía nada mal. Sentía que había algo dentro de mí que me atraía
hacia Adri, pero no sabía el qué.
Automáticamente,
él puso sus manos alrededor de mi nuca, haciendo que el beso se
volviese más rebelde, con más fuerza y provocando el roce de
nuestras lenguas. Comenzaron una batalla que, sin ninguna duda,
encabezaba él. Aunque yo no estaba dispuesta a perder.
Tuvimos
que separarnos debido a la falta de aire.
Sus
ojos ya no eran de ese color verde oliva, al igual que los míos;
sino que se habían oscurecido bastante. Me miraba de arriba a abajo
como si estuviese esperando algo.
-Lo...
lo... lo siento... Adri, de veras que no quería...
Él
puso rápidamente su dedo índice sobre la comisura de mis labios.
-No,
no. No pidas perdón -. musitó, mordiendo el lóbulo de mi oreja.
Un
escalofrío recorrió todo mi cuerpo.
Entonces,
volví a sentir esa sensación. Alguien nos miraba. ¿Sería él?
¿Mi chico misterioso?
De alguna manera, ese chico me llamaba hacia él (no se refiere a Adri). Ésta mañana, cuando le vi, mi corazón se paró. Mi mundo se paró. Lo deseaba. Mi atracción hacia ese tío era... extrañan, especial.
De alguna manera, ese chico me llamaba hacia él (no se refiere a Adri). Ésta mañana, cuando le vi, mi corazón se paró. Mi mundo se paró. Lo deseaba. Mi atracción hacia ese tío era... extrañan, especial.
Capítulo
5
Llegamos a la universidad, el gran letrero donde ponía University Of London resaltaba sobre todo.
Me
giré para comprobar si estaba ahí. Mi subconsciente estaba en plan
Pantera Rosa, mirando por todos lados. Quería verlo. Y finalmente,
lo vi. Apoyado en el poste de una farola. Estaba tan... sexy.
Me
miraba con su famosa mirada impenetrable, que lo hacía más sexy y
cautivador. Solo lo había visto, pero esos escasos minutos que pasé
con él, fueron los mejores de mi vida. Y lo mejor de todo fue que, a
pesar de ser la “primera” vez que nos vimos, me besó. Y no un
beso cualquiera, sino un beso de... ¿amor?
Volví
a la Tierra y seguía mirándome. Me ruboricé y miré al suelo.
Escuché que alguien me llamaba a mis espaldas.
-¡Carmen!
Carmen, ¿pasa algo? - preguntó Adri sobresaltado.
-N...No...
Nada... Vamos... - miré hacia delante, porque si seguía con la
vista fija en su silueta, acabaría estampada contra el suelo.
Pero
no pude resistir la tentación, y cuando llevábamos unos 5 minutos
andando repetí mi acción anterior. Solo que ya no estaba. No me
cabía en la cabeza el porqué de seguirme. ¿Qué querría? ¿De
verdad, era...? No... Imposible
; pensé para mis adentros.
Capítulo
6
Hoy,
Adri y yo solo coincidíamos a primera hora, biología.
El
señor Robinson no había entrado aún en clase cuando llegamos.
Solté un suspiro y me instalé rápidamente en mi asiento,
consciente de que Adri no dejaba de mirarme. Adrián parecía
sorprendido, y un poco intimidado.
Entonces
entró en clase el señor Robinson y llamó al orden a los alumnos.
Hacía equilibrios para sostener en brazos unas cajas de cartón. Las
soltó encima de la mesa de Adrián y le dijo que comenzara a
distribuirlas por la clase.
-De
acuerdo, chicos, quiero que todos toéis un objeto de la caja.
El
sonido de los guantes de goma contra sus muñecas se me antojó de
mal augurio.
-El
primero contiene una tarjeta de identificación del grupo sanguíneo
–continuó mientras tomaba una tarjeta blanca con las cuatro
esquinas marcadas y la exhibía –. En segundo lugar, tenemos un
aplicador de cuatro puntas –sostuvo en alto algo similar a un peine
sin dientes –. El tercer objeto es una micro-lanceta esterilizada
–alzó una minúscula pieza de plástico azul y la abrió. La aguja
de la lanceta era invisible a esa distancia, pero se me revolvió el
estómago.
Capítulo
7
»
Voy a pasar con un cuentagotas con suero para preparar vuestras
tarjetas, de modo que, por favor, no empecéis hasta que pase yo...
–comenzó por la otra parte de la clase, depositando con esmero una
gota de agua en cada una de las cuatro esquinas –. Luego, con
cuidado, quiero que os pinchéis un dedo con la lanceta.
Tomó
la mano de un chico y le punzó la yema del dedo corazón con la
punta de la lanceta. Oh, no.Un sudor viscoso me cubrió la frente.
-Depositad
una gotita en cada una de las puntas – hizo una demostración.
Apretó el dedo del chico hasta que fluyó la sangre. Tragué de
forma convulsiva, el estómago se revolvió aún más –. Entonces
las aplicáis a la tarjeta del test. – concluyó.
Sostuvo
en alto la goteante tarjeta roja delante de nosotros para que la
viéramos. Cerré los ojos, intenté oír por encima del pitido de
mis oídos.
Siguió
cruzando la clase con el cuentagotas. Descansé la mejilla contra la
fría y oscura superficie de la mesa, intentando mantenerme
consciente. Todo lo que oía a mi alrededor eran chillidos, quejas y
risitas cuando se ensartaban los dedos en la lanceta. Inspiré y
expiré de forma acompasada por la boca.
-Carmen,
¿te encuentras bien? – preguntó el señor Robinson.
Su
voz sonaba muy cerca de mi cabeza. Parecía alarmado.
No
me atrevía a levantar la cabeza.
-¿Te
sientes débil?
-Sí,
señor –murmuré mientras en mi fuero interno me daba bofetadas por
no haber hecho novillos cuando tuve la ocasión.
-Por
favor, ¿alguien puede llevar a Carmen a la enfermería? –pidió en
voz alta.
No
tuve que alzar la vista para saber que Adrián se ofrecería
voluntario.
-¿Puedes
caminar? –preguntó el señor Robinson.
-Sí
–susurré.
Adrián
parecía ansioso cuando me rodeó la cintura con el brazo y puso el
mío sobre su hombro. Me apoyé pesadamente sobre él mientras salía
de clase.
Muy
despacio, crucé el campus a remolque de Adrián. Cuando doblamos la
esquina de la cafetería -y por si el señor Robinson estuviera
mirando-, me detuve.
-¿Me
dejas sentarme un minuto, por favor? –supliqué.
Me
ayudó a sentarme al borde del paseo.
-Y,
hagas lo que hagas, deja tu mano en el bolsillo –le avisé.
Aún
seguía muy confusa por lo de esta mañana. Me tumbé sobre un
costado, puse la mejilla sobre el cemento húmedo y gélido de la
acera y cerré los ojos. Eso pareció ayudar un poco.
-Vaya,
te has puesto verde –comentó Adri, muy nervioso.
-¿Carmen?
–me llamó otra voz a lo lejos.
Capítulo
8
¡No!
Por favor, que esa voz tan terriblemente familiar sea sólo una
imaginación.
-¿Qué
le sucede? ¿Está herida?
Ahora
la voz sonó más cerca, y parecía preocupada. No me lo estaba
imaginando. Apreté los párpados con fuerza, me quería morir o,
como mínimo, no vomitar.
Adrián
parecía tenso.
-Creo
que se ha desmayado. No sé qué ha pasado, no ha movido ni un dedo.
-Carmen
–la voz del chico misterioso de esta mañana sonó a mi lado. Ahora
parecía aliviado –. ¿Me oyes?
-No
–gemí –. Vete.
Se
rió por lo bajo.
-La
llevaba a la enfermería –explicó Adrián a la defensiva–, pero
no quiso avanzar más.
-Yo
me encargo de ella –dijo el chico. Intuí su sonrisa en el tono de
su voz –. Puedes volver a clase o donde sea que estabas.
-No
–protestó Adrián –. Se supone que he de hacerlo yo.
De
repente, la acera se desvaneció debajo de mi cuerpo. Abrí los ojos,
sorprendida. Estaba en brazos del chico, que me había levantado en
vilo, y me llevaba con la misma facilidad que si pesara cinco kilos
en lugar de cincuenta.
-¡Bájame!
¡No hace falta que... !
Por
favor, por favor, que no le vomite encima.
Empezó a caminar antes de que terminara de hablar.
-¡Eh!
–gritó Adrián, que ya se hallaba a diez pasos detrás de
nosotros.
El
chico lo ignoró.
-Tienes
un aspecto espantoso –. me dijo al tiempo que esbozaba una amplia
sonrisa.
Vaya
cara más dura que tiene. ¡Se está burlando de mí!
-¡Déjame
otra vez en la acera! –protesté.
Capítulo
9
El
bamboleo de su caminar no ayudaba. Me sostenía con cuidado lejos de
su cuerpo, soportando todo mi peso sólo con los brazos, sin que eso
fuera a afectarle.
-¿De
modo que te desmayas al ver sangre? –preguntó.
No
le contesté. Cerré los ojos, apreté los labios y luché contra las
náuseas con todas mis fuerzas.
-Y
ni siquiera era la visión de tu propia sangre –continuó
regodeándose.
No
sé como abrió la puerta mientras me llevaba en brazos, pero de
repente hacía calor, por lo que supe que habíamos entrado.
-Oh,
Dios mío –. dijo de forma entrecortada una voz de mujer.
-Se
desmayó en Biología –. le explicó él.
Abrí
los ojos. Estaba en la oficina. El chico me llevaba dando zancadas
delante del mostrador frontal en dirección a la puerta de la
enfermería. La señora Jones, la recepcionista de rostro rubicundo,
corrió delante de él para mantener la puerta abierta. La atónita
enfermera, una dulce abuelita, levantó los ojos de la novela que
leía mientras él me llevaba en volandas dentro de la habitación y
me depositaba con suavidad encima del crujiente papel que cubría el
colchón de vinilo marrón del único catre. Luego se clocó contra
la pared, tan lejos como le permitía la angosta habitación, con los
ojos brillantes, excitados.
-Ha
sufrido un leve desmayo –tranquilizó a la sobresaltada enfermera
–. En Biología están haciendo la prueba del Rh.
La
enfermera asintió sabiamente.
-Siempre
le ocurre a alguien.
El
chico se rió con disimulo.
-Quédate
tendida un minuto, cielo. Se pasará.
-Lo
sé –dije con un suspiro. Las náuseas ya empezaban a remitir.
-¿Te
sucede muy a menudo? –preguntó ella.
-A
veces –admití.
-Puedes
regresar a clase –le dijo la enfermera al chico.
-Se
supone que me tengo que quedar con ella –. le contestó con aquel
tono suyo tan autoritario que la enfermera, aunque frunció los
labios, no discutió más.
Mentira;
pensé yo. ¿Quién se creía que era? ¿Mi ángel de la guarda?
-Voy
a traerte un poco de hielo para la frente, cariño –. me dijo, y
luego salió bulliciosamente de la habitación.
Capítulo
10
El
chico se giró en mi dirección y se acercó hasta la camilla donde
estaba acostada.
-Perdona,
no nos han presentado formalmente. Me llamo...
-¿Jacob?
– le interrumpí.
Necesitaba
comprobarlo. Si era él...
Puso
cara de duda, pero conforme iban pasando los segundos se le dulcificó
la mirada.
-Sí.
¿Cómo lo has...
-Eso
no importa. Yo soy... –.intenté continuar, pero él también se me
adelantó.
-Carmen
–. solo que él lo afirmó.
-Te
preguntaría que cómo lo has sabido, pero creo que sería un punto
bajo, ¿me equivoco?
-Disculpa
si no te lo digo ahora mismo. En el momento indicado te lo contaré.
Esa
frase la desarmé durante el resto del día. Había algo extraño en
él. Y el hecho de haber acertado en el nombre, quería decir que era
él. Mi Jacob. Nos conocimos cuando yo tenía unos 14 años y, aunque
él era menor que yo, me enamoré ciegamente de él. Éramos muy
buenos amigos. Hasta que un día dejamos de vernos, no me acuerdo muy
bien porqué. Creo que fue debido a que sus padres se divorciaron y
él se quedó con su padre; y como se iba a Londres a vivir con él,
perdimos el contacto.
La
señora Johnson, la abuelita de antes, interrumpió mis pensamientos.
Entró con una bolsa en la que había metido un enorme bloque de
hielo.
Capítulo
11
-Aquí
tienes, cariño –. dijo ella con esa voz dulce, con la que me daban
ganas de abrazarla, después de lo que había “sufrido” en la
clase de Biología aquella mañana.
Yo
seguía mirando a Jacob con cara de “Dios mío, eres tú. Ha pasado
tanto tiempo...” Quería abrazarle, llenarlo de besos, que se
parase el tiempo por unos días y recobrar el tiempo perdido.
Él
es el chico que durante 6 agónicos y solitarios años de mi vida, ha
estado rondando mi corazón.
Cuando
me besó esta mañana sentí que todo el mundo me sonreía, todo era
sumamente perfecto.
Quería
estar con él para siempre. Pasar el resto de mis días con él; y,
después de esta reflexión interna, pensé: “¿Y porqué le habré
dado un beso a Adrián? Jacob es quien tiene mi corazón en sus
manos, el único que puede hacer lo que quiera con él; y en ese
mismo instante, mi cuerpo reaccionó y corrí a darle un fuerte
abrazo.
Justo
en el momento en el que lo hice, él me recogió entre sus brazos
como si me quisiese proteger de todo a nuestro alrededor, apretándome
cada vez más contra su cuerpo. Olía a... hierba recién cortada, a
lluvia, todos los olores con los que estaba familiarizada (después
de llevar 1 año en Inglaterra uno se va acostumbrando).
-Te
he echado de menos –. le susurré al oído.
-He
recorrido océanos de tiempo para encontrarte –. dijo él,
repitiendo mi gesto.
Alguien
se aclaró la voz detrás nuestra. La señora Jones nos miraba como
si estuviese esperando a que nos fuésemos.
-Creo
que ya estoy bien –. le dije, sonrojada.
-Bueno,
entonces les haré el justificante para clase –. musitó la anciana
con una cálida sonrisa –. Jacob, ¿necesitas también que te
dispense a ti?
-No.
Tengo clase con la señora Cope. A ella no le importará.–.
respondió Jacob con un tono más dulce de lo habitual.
La
mujer le hizo caso y escribió en un papel : ”Justificación de
ausencia para Carmen Golightly.” A continuación, puso de qué
hora a que hora falté a clase y lo firmó.
-De
acuerdo, no te preocupes de nada. Dale esto a la señora Moore, de
secretaría. Que te mejores, Carmen.–. me deseó en voz alta.
Asentí débilmente con la cabeza, sobreactuando un poco, y cogi el
papel.
Capítulo
12
Por
fin, salimos de esa claustrofóbica habitación.
Mientras
nos dirigíamos a secretaría, pensé en Adri.
-Pobre
Adrián. Apuesto a que se ha enfadado.
-Me
aborrece por completo –. dijo Jacob jovialmente.
-No
lo puedes saber –. disentí, pero de repente me pregunté si a lo
mejor sí que podía.
-Vi
su rostro... Te lo aseguro.
-¿Cómo
es que me viste? Pensé que te habrías ido... Aunque... no consigo
entender porqué me has seguido toda la mañana.
Ya
me encontraba prácticamente recuperada. La ausencia de las náuseas
estaba casi completa.
-Estaba
en mi coche escuchando un CD.
Aquella
respuesta tan sencilla me sorprendió.
Cuando
volví la vista hacia delante, me di cuenta de que ya habíamos
llegado. Le di la indicación de la señora Jones a la recepcionista,
pero Jacob interrumpió (como no) diciendo:
-Perdón,
pero la señorita Golightly no se encuentra en condiciones de volver
a clase. Si no le importa, la llevaré a casa, y en función de como
se encuentre, vendrá mañana o no.
Por
Dios, habla como mi madre.
¿Qué?
Osea, ¿ya volvemos con lo del ángel de la guarda y ese rollo?
¿Quién se cree que es? ¡No, no puedo perderme las clases!; me
decía mi subconsciente. Pero la otra parte de mí, decía: Da igual.
Además, ¿qué más da si se preocupa por ti? Eso significa que le
importas. Es muy bueno, haciendo eso nada más que por tu bien.
La
señora Moore asintió con una sonrisa -qué simpático parecía hoy
todo el mundo – y me dijo que esperaba verme mañana totalmente
sana y tan alegre como siempre.
Respondí
con su misma sonrisa y nos alejamos.
Capítulo
13
-Gracias
–. le susurré a Jacob en el oído, cuando ya estábamos saliendo
del enorme edificio.
-Me
encanta que me susurres al oído, ¿sabes? –. dijo él mordiendo el
lóbulo de mi oreja.
Automáticamente,
me ruboricé y mis mejillas se tornaron a un rosa pálido. ¿Podía
ser más romántico?
-Y
también me encanta que te ruborices delante de mí –. continuó
con el mismo tono de voz.
Jacob
no había cambiado en absoluto. De pequeños, siempre estaba muy
atento conmigo, a pesar de que yo soy más mayor que él. Era
sumamente adorable.
Fuera
de mis pensamientos, regresé a la tierra y vi como la cabeza me
comenzaba a dar vueltas de nuevo. Oh, no.
Jacob,
como no, se dio cuenta de que volvía a tener mareos.
-¿Puedes
caminar o prefieres que te lleve en brazos otra vez?
-Caminaré
–. musité en un tono casi inaudible.
No
me había dado cuenta de que estaba lloviendo.
Y
en menos de dos segundos, Jacob me había cubierto con su chaqueta y
me llevaba en brazos -a pesar de que yo le había dicho que iría
caminando – a zancadas enormes.
Agradecí
que las pocas gotas de lluvia que cayeron sobre mi frente se llevaran
ese sudor pegajoso. Era la primera vez que disfrutaba de la perenne
humedad que emanaba del cielo.
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