Tal
y como le dije a Maura, me dirigí al salón.
Al
llegar a dicha habitación, vi que Harry estaba tumbado en un enorme
sofá.
Cuando
estuve lo bastante cerca de él, le di un delicado beso en la frente,
y en el momento en el que lo hice, me di cuenta de que estaba
ardiendo.
-Harry...
¿Te encuentras bien? - pregunté arrodillándome en el suelo a los
pies del sofá.
-N...
No, no pasa nada –. su voz sonaba ronca (más de lo normal).
Sinceramente,
no sonaba muy “creíble” que digamos.
-Espera
un momento.
A
penas pasaron 2 minutos y ya estaba de vuelta, pero ahora traía
conmigo un termómetro.
Volví
a la misma posición en la que me encontraba antes.
-Ven,
Harry –. le acerqué un poco hacia mí y se lo di.
Él
frunció el ceño y puso una cara de “¿Cómo? ¿Qué quieres que
haga con esto?”
“¿Es
muy difícil de entender?”; pensé.
-No
me digas que nunca – resalté esa palabra – te has tomado
la temperatura, Harry.
-¿Pero
dónde me lo pongo? – preguntó, y unos segundos después,
comprendí a “qué” se refería.
Se
dio cuenta de que ya lo había pillado y entonces, soltó una risita.
-Por
favor, Harry. No me hagas esto. Solo quiero ayudarte – . ¿Qué
pretendía, a ver?
-Bueno,
está bien –. rechistó – ¿Te importa si te pido que no estés
mirándome? Aunque a mí no me molesta, es por ti, nada más.
Me
pareció una buena idea, ya que no estaba en condiciones de ver nada
más.
Pasaron unos 3 minutos y Harry
dijo, por fin:
-Esto
ya está, (tu
nombre).
Seguidamente,
me di la vuelta y me entregó el termómetro.
Cuando
miré los pequeños números de color rojo que formaban una fina
línea a lo largo del pequeño objeto; vi que marcaba 38ºC y mi
gesto fue inmediato.
-¿Qué
ocurre? – preguntó mi (ahora resfriado) amigo con voz preocupada
(y ronca).
-¡Harry,
tienes 38 de fiebre! ¡Ahora mismo te vas a la cama y no te mueves de
allí, ¿entendido?!
-Bueno,
bueno. Está bien. Pero...
-¡Pero
nada!
Le ayudé
a reincorporarse y subimos tranquilamente las escaleras hasta su
habitación.
-Vamos, a
la cama. Ya! – le ordené. (Lo sé, suena un
poco mal)
-(Tu
nombre),
tus frases son un poco... provocadoras, ¿Sabes? – musitó con una
sonrisa torcida.
-Assssh,
¿qué voy a hacer contigo, Harry? – dije, ahora estresada.
-Para,
por favor, (tu
nombre).
Te
haré caso, pero no digas nada más. Aunque esté enfermo, sigo
siendo el mismo, así que ten cuidado con lo que dices a un chico
como este en un sito como este.
Me di la
vuelta ya rendida, y comencé a prepararle la cama para que se
acostase allí.
Cuando
terminé le dije:
-¿Quieres
que te traiga algo? ¿Tienes hambre? ¿Estás molesto?
-No,
muchas gracias. Por ahora estoy perfecto –. respondió con una
dulce aunque débil sonrisa.
-Bueno,
pues si me disculpas voy a bajar a cenar. Si necesitas lo que sea, ya
sabes donde encontrarme.
Me
despedí de Harry y mientras bajaba (muy despacio) las escaleras,
escuché una voz que hizo que me sobresaltase. Era él.
De
repente, mi ritmo aceleró y en menos de 2 segundos me encontraba en
el salón.
*Narra
Niall*
Básicamente, fui a Dublín
para comprarle a (tu nombre) el
anillo.
Ya se estaba haciendo tarde y
el trayecto no era corto, así que decidí volver a casa.
Cuando lo hice, vi que mi madre
estaba preparando la cena, pero no había rastro ni de Harry ni de mi
querida (tu nombre).
-(Tu
nombre) hizo exactamente lo mismo que tú acabas de hacer
al entrar esta tarde a casa –. dijo mi madre observándome con una
dulce sonrisa desde la cocina.
-¿A qué te refieres, mamá? –
pregunté.
-Sólo al traspasar el umbral
de la puerta estudió con la mirada cada centímetro de la casa,
buscándote entusiasmada y con unas ganas locas de verte, ¿sabes? Y
cuando le dije que te habías ido... su mirada se entristeció un
poco –. hizo una pausa – Es muy fácil de saber lo que piensa
solo con mirarle a los ojos –. otra de sus sonrisas se dibujó en
su rostro mientras me pareció que estaba recordando el rostro que
tenía cuando (tu nombre) volvió
esta tarde.
-¿De veras? – La verdad es
que me parecía una cosa muy... especial, muy dulce; el que tengamos
tantas cosas en común –. Tiene unos ojos preciosos.
-Tenéis unos ojos
preciosos –. me corrigió.
-Bueno, ¿dónde está? ¡Quiero
abrazarla y no soltarla en todo lo que queda de noche! – dije
entusiasmado.