8.30.2013

CAPÍTULO 37


-Pues yo habría podido dormir si una pequeña irlandesa no fuese tan adorable mientras duerme –. dijo sonriente.
-¿Has estado mirándome mientras dormía? – ¡Dios mío! ¡Qué vergüenza!
-Toda la noche – respondió asintiendo lentamente con la cabeza.
Mis mejillas tomaron el color de las rosas que rodeaban la entrada de la casa.
-Me encanta cuando te sonrojas. Eres tan... sexy – volvió con sus besitos en el cuello.
Gemí y solté una carcajada igual de sonora que las suyas.
-Mmm... Mi pequeña irlandesa... ¿Por qué tienes que ser tan sexy?¡No me extraña que tus amigas te llamen irlandesa, lo llevas en la sangre, nena!
Le di un beso, largo y cálido, lo cual me recordó que estaba nevando.

Cuando terminamos de “desayunar”, le dije a Niall:
-¿Sabes que está nevando?
Asintió con otra sonrisa de las suyas.
-¿No te parece romántico?
Volvió a asentir mientras que la sonrisa no se le borraba de la cara.
-¡Niall! ¡Que parece que estoy hablando sola!
-Eres tan adorable cuando te cabreas, por favor, querida, no tortures a este pobre chico.
-Pobrecito –. dije poniendo morritos.
Él salió corriendo hacia mí mientras que yo escapaba hacia la puerta, la abrí y salí a fuera.
Me agaché e hice una bolita de nieve.
-No pensarás en... – dijo el rubio
-¡Oh, sí! – una risa malvada se me escapó y él corría a toda prisa para que no le lanzase la bola de nieve.
Conseguí atraparle pero por desgracia había hielo de por medio, y Niall tiró de mí para caer al frío y congelado asfalto.
-¡Auch! – grité, realmente me había hecho daño.
Él me cogió fuerte entre sus brazos de tal modo que no podía liberarme.
-Pobrecita, mi irlandesa –. dijo, y me dio un beso fugaz en los labios.
Estaba tiritando del frío.
-Tienes los labios congelados, querida. Hay que calentarlos de algún modo. ¿Se te ocurre cómo? – preguntó con sus ojos azules clavados en los míos.
Negué con una sonrisita pícara.
-Pues a mí sí – me susurró al oído llenándome de besos.
Terminó con los labios más gruesos que antes y supuse que yo los tendría igual.
Solté una enorme carcajada, nuevamente.
-Creo que ha funcionado – conseguí responder con la respiración agitada.
Esta vez, le di un beso en la nariz, la cual tenía congelada, por cierto.

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